«La noche que vivimos indignados»

Qué lejos queda aquella utopía nacida a raíz de las elecciones municipales y autonómicas que vivió España el pasado 22 de mayo. De ese mes, nació el movimiento 15-M con el cual muchos españoles nos vimos identificados de una u otra forma.

Pero lo que en un principio parecía algo que había unido a miles de ciudadanos de distinta ideología, religión y clase social, se vino abajo sólo tres meses después, cuando el movimiento paso de ser algo espontáneo a tener “partidismos” y acciones violentas.

El jueves 17 de agosto vivíamos en Madrid el tercer día de Triduo en honor a la Virgen de Regla, los peregrinos tomaban la ciudad de forma pacífica y llenando de cánticos y colores las calles céntricas.

No lejos de allí los “indignados” se preparaban para la manifestación contra la venida del Papa, alegando el gasto del Estado en dicha visita y la policía tomaba la Puerta del Sol para evitar posibles historias. Ni eran lógicas las supuestas ideas que dieron paso a la manifestación, ni era normal el estado policial que se vivía en las calles.

Pero aparte de todo esto, comenzaba una persecución a todo aquel que fuera vestido con hábitos o ropajes religiosos por parte de los supuestos indignados, tanto así que se produjeron hechos muy graves con insultos e intimidaciones, haciendo que algunos de los asistentes al Triduo tuvieran que quitarse la ropa para poder acceder a las inmediaciones de la parroquia del Carmen, caso del “Padre Patera” o el comentario de un reconocido sacerdote sevillano al indicar: “jamás me habían insultado tanto”.

Mientras que se desarrollaba el culto en la iglesia, distintos grupos en el exterior increpaban a los peregrinos y proferían consignas anti religiosas, predominando el asalto a los extranjeros que iban en grupos reducidos, acorralando a los jóvenes y coreando esa falsa frase que decía “esa mochila la he pagado yo”, nada más lejos de la realidad. Y esto era en el mejor de los casos, pues a las monjas les llamaban “lesbianas” y a los curas “pederastas” .

Tras el culto hubo una convivencia, pero casi todos los religiosos que asistieron se marcharon antes ante el “miedo” que se respiraba en las calles madrileñas, abandonando las instalaciones con ropa de civil o, como en el caso de Monseñor Asenjo, marchándose en un furgón policial.

“Menos crucifijos y más trabajo fijo” por parte de unos y “La Virgen del Rocío, era un tio por parte de otros, resumían el ambiente anticlerical que se respiraba en las calles, tomadas por los antidisturbios.

Esto era el prólogo a la visita del Papa por parte del 15-M, que se vieron más “indignados” al ver como un millón de personas invadía la ciudad de forma pacífica en una de las manifestaciones populares más grandes que ha conocido España en los últimos 25 años.

El acoso continuó al día siguiente con el traslado de los Titulares que participaban en el Vía Crucis, aunque el desbordamiento policial tomando las calles (en ocasiones desmesurado y con modales dignos de una dictadura) hizo que los incidentes fueran mínimos, como mínima era la participación de indignados.

En resumen el 18-A se empezó a gestar otro movimiento paralelo en el cual me incluyo, que no es otro que el de defender la libertad de expresión, la libertad de movimiento y la libertad religiosa para todos: sin acosos, sin estado policial, sin degenerados, sin coacciones y, sobre todo, con “dignidad”, que es lo que no conocen muchos de los participantes en los actos vandálicos de estos dos días.

Fuente: Cofrademania.com

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