La fiesta de Santa Clara en el monasterio de La Laguna, en Tenerife

El jueves 11 de agosto, con una Solemne Eucaristía presidida por el Obispo Nivarense, monseñor Bernardo Álvarez Afonso, en el monasterio de Santa Clara de La Laguna, se inauguraba el Año Jubilar que conmemora el octavo centenario de la fundación de esta Órden contemplativa.

En la iglesia del convento, totalmente llena de fieles, el prelado destacaba en su homilía la trayectoria vital de Santa Clara, cuya fiesta se celebraba esta misma jornada.

La misma – recordó Bernardo Álvarez- al aceptar su vocación ha producido para la Iglesia y el mundo frutos abundantes que se han prolongado a lo largo de siglos. Fue el 18 de marzo del año 1212 cuando «el camino que en la oscuridad de la noche llevaría a Clara a Santa María de los Ángeles, será el comienzo de su larga tarea tras las huellas del pobre y crucificado: Jesucristo».

En la segunda parte de su homilía, el Obispo indicó tres rasgos de la Santa que nos pueden ayudar hoy a todos, a saber: optar por la pobreza, imitando el ejemplo de Jesucristo que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a todos. Una elección que da libertad y que sólo es posibles si se ha hecho verdaderamente una opción por Dios como bien supremo.

En segundo lugar, la Clara de Asís nos ofrece hoy el testimonio de su vida humilde convertida en obediencia a Dios, al deponer su propio querer y sentir para ponerse al servicio del proyecto que Dios tenía para su vida. Por último, y en tercer lugar, también Santa Clara nos ofrece el ejemplo de una persona que sabe escuchar, buscar con otras personas, indagar, etc.

A partir de ahora, recordó el Obispo en otro momento, esta iglesia del monasterio es templo jubilar: «Invito a todos los diocesanos a unirnos a las monjas en esta Celebración Jubilar, participando en los actos organizados, o visitando el monasterio en cualquier ocasión y así, siguiendo las condiciones establecidas, acogernos al don de la Indulgencia Plenaria concedida por el Papa. De paso podremos conocer mejor el monasterio, a las propias monjas y su carisma, así como expresar nuestra gratitud por el gran servicio que prestan a la misión de la Iglesia desde el silencio del claustro con su oración y sacrificio».

Fuente: revistaecclesia.com

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