Tico Medina emocionó con un pregón breve y muy intenso de veneración al Cristo del Consuelo

Tico Medina se subió al atril de la Abadía del Sacromonte para pronunciar el pregón de la cofradía para su salida penitencial del presente año. Miró de frente al Santísimo Cristo del Consuelo, le habló como quien habla en la intimidad con un ser querido. Ofreció nuevamente un recital del dominio de la palabra y de vivencias personales que contó al Crucificado de cuatro clavos que presidía el altar de cultos de la hermandad. Se había celebrado previamente la Función Principal de Instituto de la hermandad con imposición de las medallas a los nuevos hermanos, presidida por el rector de la Abadía del Sacromonte, José Antonio Vinuesa. Instantes después, el pregonero fue presentado por José María Guadalupe, amigo de Tico Medina al que calificó como “mi hermano mayor del alma del que a diario aprendo a escribir menos mal y a ser menos imprudente”. El vicepresidente de la Diputación Provincial recordó su condición de “vecino albaicinero”, cronista oficial de la ciudad y pregonero de la Semana Santa de Granada. También recordó la devoción de Tico Medina a “los dos limosneros de capacha”, San Juan de Dios y Fray Leopoldo de Alpandeire, junto a la Virgen de las Angustias.

El pregonero creó una letanía de treinta y tres adjetivos para la cofradía sacromontana “los treinta y tres adjetivos que responden a un número único, los treinta y tres pedazos con los que Risueño puso de pie este Cristo nuestro y verdadero”. La cofradía salió a la calle de la boca del pregonero señalando que “pregono en esta solemne Abadía el Cristo del Desconsuelo de los cuatro clavos y esa bella Virgen del Sacromonte de las cinco lágrimas”. En poco más de quince minutos el pregonero estrujó los sentimientos del pueblo cuando acompaña al Cristo de Risueño en su regreso en la madrugada del Jueves Santo, consiguiendo un rotundo y estremecedor silencio de los hermanos de la cofradía que casi llenaron el templo abacial. “Aquí estoy, Jesús, para arrancarte clavo a clavo, Señor, tus penas negras y una a una las espinas que coronan tu cabeza”, dijo mirando de frente al Crucificado que presidía el altar de cultos. Tico Medina confesó al Cristo de los Gitanos que “quisiera ser paz en este tiempo oscuro, ser el paño de la Verónica y el cirineo con su lanza ensangrentada y quieta. Te pregonaré a partir de hoy siempre, Cristo de los Gitanos, y a ti, Madre sobre todo”.

Fuente: Granadacofrade

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