Crónica del Viernes Santo Cofradía de la Santa Vera-Cruz Alhaurín el Grande

La primera luna llena de la primavera, testigo fiel cada Viernes Santo de la Crucifixión, Muerte y Entierro de Cristo.

Alhaurín enmudecía nuevamente la noche del Viernes Santo. Cristo camina hacia el Calvario, mientras un arrepentido Judas intenta evitar lo que estaba escrito. En su fracaso, desespera y acaba con su vida al ver que su traición se ha consumado y que su Maestro iba a morir aquella misma tarde de Nisán.

«Ven a mí Satanás… te entrego mi alma, llévame a tus infiernos…»

Los dos ladrones que preceden a Cristo, se niegan a ser crucificados. Se resisten, pero obligados por unos romanos más crueles que nunca, llegan al Monte Calvario de la Plaza del Convento, y son elevados en sus cruces. Jesús, viene de camino.

Cristo se encuentra con su Madre por última vez. María destrozada por el sufrimiento de su hijo, corre en su búsqueda como si pudiera quitarle la cruz que lleva a cuestas.

En un último esfuerzo Jesús avanza unos pasos pero cae al llegar al Gólgota. Despojado de sus vestiduras, es clavado al madero y levantado ante la multitud. Multitud que enmudecía en una calle Convento abarrotada de espectadores. La imagen sobrecoje el alma cuando es alzado en el Calvario.

En el final de su agonía, pide a su Padre que perdone a sus ejecutores, es reconocido como Dios por uno de los ladrones, hace de su Madre María, la Madre de toda la humanidad, tiembla ante el abandono y se pregunta por qué, tiene sed de amor y encomienda su espíritu a Dios Todopoderoso para que se cumplieran las siete palabras en la Cruz antes de expirar y morir.

Descendido de la cruz, la campana del Convento redobla a muerte, la calle oscurece. El Santo Sepulcro sale del interior de la ermita. Flanqueado por los cuatro evangelistas, el silencio se hace de Todo es respeto. La procesión oficial de la Semana Santa alhaurina, baja la Calle Convento. Un resplandor ilumina la puerta de la ermita. María Santísima de la Soledad de luto riguroso y con corona de espinas entre sus manos, reina en la Plaza como Madre de todos los creyentes. Sencillez y belleza incomparable se unen sobre su trono de plata para acompañar el féretro de su Hijo. Suena la Marcha Fúnebre, más vacía y más perfecta que nunca.

Cristo ha muerto, Alhaurín el Grande lo sabe y le rinde honores con el silencio de sus calles.

Fuente: lapasion.org

También te podría gustar...