Las mujeres cofrades por fin entran en el reino de las tradiciones

Mucho se está hablando estos días a colación del decreto de Mons. Asenjo acerca de la integración efectiva de la mujer en las tres hermandades sevillanas que hasta el día de hoy se negaban a su participación como nazarenas en sus estaciones de penitencia.

En pleno siglo XXI, esto viene a demostrar que la sociedad sigue siendo profundamente machista, como lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad. Las leyes que sucesivamente se han ido promulgando en pos de la igualdad real todavía no forman parte de la memoria colectiva ni de la conciencia social.

El argumento esgrimido hasta la fecha para esquivar el exhorto que ya emitiera Mons. Amigo fue el de la tradición. En otras diócesis, el mundo cofrade se está convulsionando por el terremoto ocasionado por el decreto episcopal con epicentro en la Hispalis.

Más allá de consideraciones políticas o sociales, a los cofrades nos debería de mover la Fe. La tradición es algo fundamental, que duda cabe, pero lo que aquí se debe analizar es la que representan nuestras estaciones de penitencia y nuestra función y cometido en ellas.

La escenificación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor es el motivo, la razón de Nuestra Semana Santa. La mujer, históricamente se ha viso relegada a un segundo plano, aunque sin ella, por descontado no habría Semana Santa. Y si hemos de atender a un aspecto puramente espiritual e histórico, que es donde se cimenta la tradición, no tenemos más que ver lo que nos cuentan las Sagradas Escrituras:

Cuando el Hijo del Hombre está a punto de entregar ya el espíritu clama «¡Eli, Eli, lamma sabacthani!», lo que significa: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?». El grito de Nuestro Señor interrumpió el profundo silencio que reinaba alrededor de la cruz: los fariseos se volvieron hacia Él y uno de ellos le dijo: «Llama a Elías». Otro dijo: «Veremos si Elías vendrá a socorrerlo». Cuando María oyó la voz de su Hijo, nada pudo detenerla. Vino al pie de la cruz con Juan, María, hija de Cleofás, Magdalena y Salomé.

Con la única presencia masculina de Juan, el resto de los que se congregan y no abandonan en ningún momento al Salvador son mujeres. Mujeres que están al pie de la cruz soportando insultos, escupitajos, chanzas, vejaciones. Pero ellas aguantan firmes bajo la tormenta, sobre la tierra temblando, con el cielo resquebrajándose como testigo eterno de la más cruel infamia de todos los tiempos.. Ellas. Las mujeres.

¿A alguien le queda duda alguna de que se han ganado un puesto a la que le apetezca para acompañar al Señor?

¿Tradición? ¿Historia? ¿Se mide acaso la condición cofrade o la fe de una persona de acuerdo con su género?

Por dignidad, por decoro, por decencia moral, las mujeres tienen derechos a participar como nazarenas o en el lugar que deseen en nuestras estaciones de penitencia. Se lo han ganado y a pulso.

Fuente: padulcofrade.com

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