Pregón de Semana Santa en la catedral de Plasencia

A continuación, reproducimos algunos fragmentos del pregón de la Semana Santa de Plasencia, a cargo de Gonzalo Aparicio Sánchez, sacerdote, escritor, párroco y canónigo en Plasencia.

«Cuando en los días de la Semana Santa, medito la Pasión de Cristo o la contemplo en las procesiones, que son una catequesis puesta en acción, me conmueve ver a Cristo pasar junto a mí, escupido, abofeteado, triturado, crucificado… Y siempre me hago la misma pregunta: ¿por qué, Señor, por qué fue necesario tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto escarnio…, hasta la misma muerte?.

¿No podía haber escogido el Padre otro camino menos duro para nuestra salvación? Y ésta es la respuesta que Juan, testigo presencial del misterio, nos da a todos: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en el».

Cristo crucificado es la máxima expresión del Amor del Padre a los hombres en el Hijo, y del Amor del Hijo al Padre por los hombres en el mismo Amor de Espíritu Santo: “nadie ama más que aquel que da la vida por los amigos”;

La muerte en cruz es la Hora soñada por el Padre, que el Hijo la ha tenido siempre presente en su vida, porque se encarnó para cumplirla: “Padre, no quieres ofrendas y sacrificios, aquí estoy yo para cumplir tu voluntad”.

En su vida pública, por tres veces se lo ha recordado a sus íntimos. Para Juan, con sentido teológico profundo de esta Hora señalada por el Padre y salvadora del mundo, Jesús lo expresa así en el discurso de despedida de la Última Cena: «Padre, líbrame de esta hora»; «Padre, glorifica tu nombre» (12,27s).

Para Juan la gloria y el amor extremo a los hombres del Padre y del Hijo está en la cruz. Y es la conciencia de su misión, de que el Hijo ha venido precisamente para esa hora, la que le hace pronunciar la segunda petición, la petición de que Dios glorifique su nombre: justamente en la cruz.

Mirando a este mismo Cristo en vuestros pasos e imágenes de las procesiones de Semana Santa, pero sobre todo vivo y resucitado ya en todos los sagrarios de la tierra, pero de verdad, no sólo de nombre o como predicación, digámosle con San Pablo desde lo más profundo de nuestro corazón: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, fuerza de Dios y sabiduría de Dios”. (I Corintios 1, 17-25)”.

Por eso, queridos hermanos, queridos cofrades, la Semana Santa verdadera, plena y total, hay que celebrarla en las Iglesias con el Cristo del Jueves Santo, el Cristo de la hora santa en Getsemaní y del Monumento adorado, para poder corresponder un poco a tanto amor y para que Él nos vaya explicando desde tu presencia eucarística, en ratos de diálogos de amistad, por qué tanto amor del Padre, porque Tú eres el único que puedes explicármelo, el único que lo vives y comprendes, porque ese amor te ha herido y te tiene llagado el corazón.

Fuente: revistaecclesia.com

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