Sevilla de celeste y blanco

Sevilla ha hecho honor a su título de Mariana rindiéndose ante la Inmaculada Concepción. Como cada año, Sevilla ha vivido una de sus fiestas grandes a la vez que poco reconocida, como son todos los actos y cultos que se desarrollan alrededor del día de la Purísima. Infinidad de triduos y novenas, procesiones, templos abiertos y demás.

El buen tiempo y la iluminación navideña invitaban a los ciudadanos a salir a la calle. Allí podían encontrar la Feria del Belén junto a la Catedral, la Feria del Libro Antiguo en la Plaza Nueva, el Mercadillo Navideño en la Encarnación y cientos de belenes para visitar. Además, también se pudo disfrutar de los conciertos con motivo del II Congreso de Bandas de Música Procesional «Ciudad de Sevilla», que se consolida en estas fechas de diciembre, y del macrodesfile final del día 8 de unas 5 horas de duración, que concentró a miles de músicos y espectadores.

La Pura y Limpia Coronada del Postigo regresó a su capilla con sones de Cigarreras, y acompañada por la Banda del Sol procesionó la Inmaculada de los Padres Blancos. La Virgen de Caacupé vio las calles de Nervión en ausencia de la magna imagen de la Inmaculada que tallara Navarro Arteaga que presidió la Vigilia en la Catedral. Partió el día 7 acompañada de numerosos jóvenes y coros atravesando el barrio de Santa Cruz, regresando en su festividad por la Alfalfa con sones de la Oliva.

Las tunas universitarias se turnaron para rondar a la Inmaculada de la Plaza del Triunfo. Elevando sus cantos hacia Ella y depositando ramos de flores a sus pies, emocionaban a la multitud que se concentraba allí al recordarles sus tiempos de juventud. Gratificante era el paseo de madrugada por el barrio de Santa Cruz, en el que se repartían por sus plazas y esquinas las tunas, llevando a una época ya olvidada.

La Virgen bajó de su altar el día 8 de diciembre para tender su mano a todo el que se acercara. Tan sólo en el centro de la ciudad, un total de 16 besamanos se han celebrado en esta jornada.

Mientras, paciente, la Giralda observa su ciudad. De una de sus colosales plantas cuelga una pequeña banderita celeste y blanca. Parece que duerme, pero con un repicar de campanas se escuchan las entrañas de Sevilla, una Sevilla que vive y revive su eterna gracia.

Fuente: elcostal.net

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