La juventud cofrade reivindica con hechos su pertenencia a la Iglesia

Había tres, como mínimo, estereotipos que exterminar: uno, el que las cofradías, si son Iglesia, desde luego son una parte de la misma algo descarriada y ocupada de cosas triviales; dos, el que los cofrades se apoderan de lo que organizan sin pensar en la aceptación y acogida de otros carismas igualmente válidos para llegar a Dios. Y el último, a nivel interno de este mundillo, el que la juventud cofrade sólo piensa en criticar y como mucho, en asumir una pequeña faceta del trabajo de una hermandad, pero que no serían capaces de echarse a las espaldas una corporación y organizar los eventos que marcan la sístole y diástole de su vida institucional.

Todos taxativamente derribados en la mañana del domingo 8. Como forma parte de la juventud –aunque algunos parecen que nunca lo hayan sido y recriminan su principal característica- , de forma apasionada, a ratos espontánea, pero siempre con afán de cambiar el Mundo, los jóvenes cofrades que integran el colectivo llamado JMJ Cofrades Málaga, trasladaron la Cruz y el icono de la Virgen desde el Santuario a la Catedral en una procesión brillante, bien organizada, ecuménica, y en la que, sin acaparar el protagonismo debido en esta ocasión a los dos símbolos de las Jornadas Mundiales de la Juventud, recibieron de las hermandades todo cuanto estaba en sus manos –imágenes titulares incluidas- para dar el mayor esplendor a la cita.

Sí somos Iglesia

Como una procesión extraordinaria, como la procesión de la Patrona de regreso, como un traslado en vísperas de la Semana Santa, el subir y bajar continuo por calle Victoria era un encuentro seguro entre cofrades. La presencia de la llamada Cruz del Papa y el icono de la Santísima Virgen que acompaña últimamente al Madero, era una cita abierta a toda la Iglesia de Málaga, y los cofrades no fallaron.

Hacia las 10.20 horas, levemente más tarde de lo esperado, los dos símbolos de la Jornada Mundial de la Juventud partían desde el Santuario y Basílica de Santa María de la Victoria, tras haber pernoctado en el Seminario. En la plaza de la Victoria esp eraba, entre las jacarandas del Jardín de los Monos, y sobre un altar, la Virgen del Rocío. Las hermandades de Gloria, no todas ni mucho menos, aguardaban la llegada de la Cruz y el Icono tras la Novia de Málaga. Ambos elementos se posaron frente a la venerada escultura de Pío Mollar y el coro de la Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Málaga, filial de Almonte, entonaba la sevillana «enséñame el camino, Madre, para ir a verte». Letra intrínsecamente unida a la primera reflexión del trayecto a la Catedral. La Virgen María como compañera en el viaje de nuestra vida. La Salve propia de los rocieros de Málaga y una alegre rumba servían para unir el otro puntal de esta reflexión: la cercana capilla de la calle Agua, en donde esperaba la Virgen de Gracia.

No invadimos ni imponemos estilo

La Dolorosa de la cofradía del Rescate se encontraba recibiendo el sol a las puertas de su capilla, exornada con colores vaticanos en forma de gallardetes y flores. La Cruz y el Icono se detuvieron ante la talla y se procedió al rezo del Ángelus. Llena eres de Gracia. Y, como no podía ser de otra forma, la banda de música de la Esperanza interpretó la popular marcha dedicada por Perfecto Artola a la Virgen de calle Agua.

Pero lo ocurrido en el Rescate no fue más que un ejemplo de los muchos que se pudieron revalidar; los cofrades no hacen, ni deben hacer, de sus formas y su esencia, un muro que les separe del resto de la Iglesia y sus carismas. Un enorme cañón soltaba al aire papelillos de colores pontificios (blancos y amarillos), que brillaban al intenso sol y daban un efecto festivo e indudablemente hermoso. El talento aplicado a exornos florales, crucetas musicales, maniobras imposibles y arreglos de Dolorosas, también fue volcado sobre efectos especiales a lo largo del camino a la Catedral.

La siguiente parada fue en la casa hermandad de Jesús ‘El Rico’. Minutos antes de la llegada de la Cruz y el Icono, se abrieron las puertas y la imagen del popular Nazareno salió a la calle Victoria en su trono, con los varales plegados para no cortar la calzada, y se posó enmarcado en la fachada de la casa hermandad, exquisita y profusamente exornada de flores y colgaduras. Desde allí, se leyó la segunda reflexión: Jesús camina con nosotros y nos anima a cargar con nuestra Cruz de cada día. Somos romeros en tanto que hacemos camino, y por ello las ramas de la olorosa hierba eran bendecidas por las manos de El Rico, a los sones de la marcha Real. El momento se esperó con un espeluznante e inolvidable silencio, como el de quien espera algo que sabe que va a llegar pero no cuándo. A los sones de Nuestro Padre Jesús, de Emilio Cebrián, intepretada por la banda de la Expiración, el Nazareno volvió a entrar en la casa hermandad y la Cruz y el Icono siguieron su camino, rumbo a calle Alcazabilla.

Los jóvenes sí saben organizar

Una generosa petalada recibió a los dos elementos de la JMJ desde la balconada de la casa hermandad del Sepulcro. Fue el aperitivo de lo que esperaba pared con pared: el Santo Cristo Coronado de Espinas estaba elevado sobre su brillantísimo y dorado trono enmarcado en las puertas de la casa hermandad. Los jóvenes de la cofradía del Lunes Santo se ocuparon de su traslado, cuidadoso y mimado, desde su sede del Santo Cristo de la Salud hasta el salón de tronos. Y en las puertas repartieron velas mientras se procedía a la reflexión: Jesús es maestro en nuestro caminar por la vida. De Él hay que tomar ejemplo. Una coral entonaba el Gaudeamus Igitur mientras cientos de globos amarillos y blancos se perdían por el cielo de Málaga.

Acto seguido, la Cruz y el Icono se dirigieron por Cister y Molina Lario a la Catedral de la Encarnación, por cuya puerta principal hizo entrada la comitiva. La banda de cornetas Jesús Cautivo recibía la llegada de los peregrinos, que acto seguido participarían en la Eucaristía.

Fue la mañana en que la juventud cofrade dejó claro que la desnudez de la Cruz es lo que mueve desde dentro a las personas. Lo que significa Ella. Ni había palios ni capirotes, ni estandartes en la comitiva. Y sin embargo entre la enorme multitud que acompañó la bajada de la Cruz a la Catedral, se encontraba una inmensa cantidad de cofrades. Cofrades organizaron el camino, cofrades se ofrecieron con sus titulares y guion es a dar esplendor en las paradas del trayecto, cofrades cargaron con su instrumento –y el caluroso uniforme-, cofrades arropaban como espectadores. El grupo JMJ Cofrades Málaga avivó la llama y todo el mundillo respondió.

Y se derribaron estereotipos. Así, más cabía repasar esa frase de Rusell Lowell: «Si la juventud es un defecto, es un defecto del que nos curamos demasiado pronto».

Fuente: elcabildo.org

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