Presentación Cartel Salida Procesional de Reglas Hermandad Misericordia y Palma. Valdepeñas
“Había tinieblas sobra la faz del abismo y el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: Haya luz; y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de las tinieblas.”
Y así es como nuestro Señor Todopoderoso inició la creación. Y hoy, en nuestro cartel, podremos ver también como se separan la luz y las tinieblas. Lo que se denominó el día y la noche, y que juntos, forman parte de un todo. Partes que jamás conviven en el tiempo, pero que son necesarias la una en la otra.
En el cartel, hay oscuridad, un vacío sin fin que representa todo aquello que no nos aporta nada, que no nos lleva a ninguna parte, y que rodea la luz. Una luz que surge del infinito y proyecta todo su significado en la cara de nuestro Señor Jesucristo Crucificado.
Aparece la imagen de nuestro titular, bajo la luz divina de su padre, que nos invita a pensar y a reflexionar, sobre quién es realmente nuestra luz y guía en el transcurso de nuestra vida. Porque en la oscuridad no hay seguridad, no hay certeza en lo que se hace, ni camino que seguir. Es en la luz, en la luz de nuestro Salvador, donde hallaremos la paz y la seguridad que necesitamos.
Una imagen ésta, muy del gusto de la pintura barroca, en la que existe un fondo oscuro negro que recubre toda la obra, en la que aparece algún personaje iluminado desde no se sabe donde. Aquí es bien fácil la ecuación: Todo es oscuridad, tinieblas, si esta fuera del Padre; vemos claramente quién es la luz, quién ilumina nuestra vida con su bondad, con su perdón, y con su sacrificio.
Y esta luz, ha querido remarcar en su intensidad las espinas de nuestro Señor. Unas espinas que brotan desde la corona que ciñen su bendita cabeza. Una corona de rey, pero de rey de los que sufren, de los perdidos, de los que luchan día a día por su familia en estos tiempos de crisis. Sólo ellos verán algún día la luz que mana de la presencia de Jesús en el fin de los días.
Aquellos que se dejen guiar por los bienes materiales, por las malas acciones, por el odio y por el rencor, acabarán vagando en las tinieblas, en la oscuridad. Sólo la presencia de Dios en nuestras vidas, nos garantiza esa luz que todo hombre necesita para poder seguir adelante, para encaminarse hacia esa presencia inmortal con el Padre.
Miren ahora la imagen de Jesús, ¿Qué les dice? ¿Qué les quiere transmitir? A mi parecer, la luz que mana del Padre, claramente nos indica hacia donde debemos ir. Quién es nuestro guía y nuestro compañero, nuestro hermano. Sigamos con Él y permanezcamos en la luz.
El brillo de la luz acentúa cada uno de los sufrimientos de nuestro Señor en la cruz. En nuestra vida, nuestros sufrimientos también nos marcarán, y estarán a la luz de nuestros hermanos. Mantengámonos como Él, con la esperanza de que los malos momentos pasarán porque después vendrá lo importante. Aprendamos de lo malo para conseguir lo mejor. Pero todos unidos como hermanos que somos, bajo la presencia de Cristo entre nosotros.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Me olvidarás por siempre?
¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?
¿Hasta cuándo he de albergar afanes en mi alma, pesar en mi corazón, día tras día?
¿Hasta cuándo prevalecerán sobre mí mis enemigos?
Observa tú y atiéndeme Señor, Dios mío;
Ilumina mis ojos,
No me duerma en la muerte;
Que no diga mi enemigo:
Le he podido,
Y goce mi opresor, si yo perezco
Cuanto a mí,
Yo confío en tus bondades,
Mi corazón en tu liberación se regocija.
Al Señor quiero cantar;
Él es mi recompensa